El otro día caí en un artículo sobre un padre que contaba que él y su mujer ya no eran pareja, eran familia. Comentaba que ellos, desde que tenían hijos, no habían salido solos nunca o que no dejaban a sus hijos con nadie porque creían que lo mejor era que estuvieran al calor de sus padres. No tengo nada que objetar a esta última apreciación. Yo también soy de la opinión de que los niños con quien mejor están es con sus padres. Pero también pienso que los padres necesitamos un respiro. Lo que más me llamó la atención del artículo (que podéis leer clicando aquí) fue el siguiente párrafo:
«No es que no quiera estar con ella y pasar ratos juntos, porque mentiría si dijera que no quiero, pero cuando he oído dichos consejos y he imaginado la situación me he sentido semivacío, como si algo faltara en dicha ecuación, y es que cuando oigo eso de hacer vida de pareja a mí siempre me sale la misma frase: ya no somos una pareja, ahora somos una familia.»
Ahora bien, yo veo matices. Muchos.
DE PAREJA A FAMILIA
Efectivamente, en todos los sentidos, mi marido y yo hemos dejado de ser únicamente una pareja para formar una familia. Atrás quedaron las salidas nocturnas, los viajes solos, dormir hasta las 12 del mediodía, estar en el sofá todo el tiempo, comer cuando queríamos, echar la siesta… Nuestros dos años de «novios» hasta que llegó nuestro hijo fueron únicamente para mirarnos el uno al otro, para saber si podríamos formar una familia, para unirnos, para querernos, para formar el equipo que somos hoy.
No hemos dejado de ser esa pareja. Nosotros nos hemos convertido en padres de dos niños preciosos, hemos formado una familia maravillosa y feliz, pero seguimos siendo esos «novios» de hace 8 años. Esos «novietes» son los padres de hoy, la familia, los pilares. Los padres son para los hijos el ancla de su vida.
Para los niños, o por lo menos para los míos, y a mí misma me ocurría de pequeña, los padres son esos seres omnipotentes, con la solución para todo y con la mayor sabiduría (yo, a día de hoy, antes que a Google, pregunto a mi madre). Son el amarre; y para serlo, hay que ser equipo. Y hay que ser fuerte, porque la vida familiar no es idílica, los niños nos llevan a límites que no conocíamos, y en nuestras manos tenemos al adulto que será en el futuro. Todo lo que hagamos hoy con nuestros hijos, se reflejará en un futuro de una manera u otra en su vida. Ellos son esponjas que se nutren y educan en lo que ven a su alrededor, especialmente en su casa, y en sus referentes: nosotros, los padres. Ahí es nada la presión.
Por eso, hay que remar en la misma dirección. Cada familia lo hará de una manera. Nuestra fortaleza como equipo reside en varios puntos:
Conocimiento el uno del otro. Después de 8 años juntos, y todos los avatares vividos, nos conocemos muchísimo. Nos gustamos con lo bueno y con lo malo.
Valores. Compartimos los mismos valores desde el primer día. Los dos hemos querido formar una familia, y tenemos claro lo que queremos inculcar a nuestros hijos.
Respeto. Nos queremos mucho, nos conocemos, pero no pensamos igual en todo. Nos respetamos en la diferencia y la apreciamos.
Espacio. Lo necesitamos. Como pareja y como individuos. Yo necesito tiempo sola con mis amigas o sola simplemente. Él necesita sus espacios para las cosas que le gustan. Nos regalamos esos momentos.
Ilusión. Tenemos mucha. Mucha ilusión, sueños, ganas de vivir y de disfrutar. No estamos siempre como unas castañuelas, pero cuando uno está más bajo, el otro le inyecta alegría.
DE 2 A 4
Ahora somos 4. Trabajamos, los niños van al colegio… la vida no es tan emocionante como antes. Si antes la emoción era ¿dónde cenamos el viernes? Ahora la emoción es ¿qué niño vendrá esta noche a la cama? Hay poco espacio para la improvisación y mantenemos las rutinas familiares diarias. Encuentro algunas diferencias sustanciales:
Las noches: Ahora, nuestras noches juntos, las pasamos juntos de verdad, esto es, con las visitas diarias de uno o dos niños. Y nos reímos mucho cuando suena el despertador y uno está a un lado de la cama y el otro a los pies. Estas son nuestras nuevas noches de «pasión«.
Las vacaciones: Las vacaciones las pasamos, en general, haciendo felices a nuestros hijos; no nos las planteamos de otra manera. De hoteles chic con bar en la piscina hemos pasado a hoteles con tobogán en la piscina.
El coche: El coche deportivo BMW ha sido sustituido por un suv gigante para que nos quepa todo lo que nos hace falta.
La ropa: Cuando antes mirábamos en las tiendas cada uno en su sección, ahora vamos directos a la de niños.
La comida: Los armarios perfectamente ordenados con tostadas, galletas light y tortitas de arroz han dado paso a un caos de papillas, galletas de dinosaurio, de dibujos, de untar, de disolver y de todo lo imaginable.
Esta es la realidad que hemos elegido, y la que nos hace felices. No obstante, eso no significa que haya días que queramos salir corriendo a tomar un vino juntos, o irnos un fin de semana a descansar… y ¡a escuchar el silencio!
SIEMPRE SEREMOS FAMILIA… PERO SIEMPRE SEREMOS «NOVIOS»
Después de leer el artículo, y leer otras reflexiones sobre el tema, creo que no hay que dejar de ser pareja para ser familia. Opino que la solidez de la familia reside en esos padres, esa pareja que son el referente de sus hijos. Y en mi opinión, la pareja hay que cuidarla. Cada uno, lo hará a su manera. Nosotros, ya lo conté el artículo Tiempo para los dos, nos dedicamos nuestro tiempo e intentamos hacernos la vida bonita para seguir remando juntos y sin fisuras.
Mi conclusión es que siempre seremos una familia… pero él siempre será mi chico.
Vanesa
junio 20, 2018Estoy totalmente de acuerdo. Nosotros cuando pasamos tiempo juntos es como volver a cuando solo eramos novios.
Me preparó especialmente para mi cita con mi chico igual que cuando le conoci. 😋😊